jueves, 7 de septiembre de 2017

Cuneiforme Saigon

Habitada ciudad pequeña como letras las personas están pegadas, y separadas por palabras en espacios huecos para caminar en frases. Es un infierno de motos y el calor absorbe el oxígeno. Un hombre lleva un niño con cabeza gigante en sus brazos un invalido se arrastra sin piernas, y una viejita sin dientes mastica un calamar disecado. Geishas en salones de belleza sobre la calle, prostitutas en los bares esperando ancianos, masajistas y cocineras, muchas mujeres aquí en estos pasillos angostos como en un gran conventillo. Los edificios y los cables ocupan mucho espacio y el ruido que es bullicio está repleto de secretos. El turismo está por doquier con colmillos afilados en colores verdes de papel en los bolsillos. Aquí todo es barato menos la pobreza. Aquí todo es vicio menos la riqueza. Jóvenes cantan con micrófonos en las calles canciones pop en inglés. Aquí todo es permeable y pegajosamente húmedo, hay una densidad en el aire hecha por la historia. Hay mucho arte en las calles, una bohemia que resiste y se hace moderna, un colorido inexplicable en las calles centrales que de golpe se apaga en la madrugada. Y cuando el silencio nocturno alcanza su plenitud comienzan las fiestas privadas, de viejos turistas con pendejas que en sueños tienen su harén. Otras fiestas de drogas duras y brebajes fuertes con música taladrando las orejas, de luces y más luces acribillando los ojos de superficie oscura en los grandes edificios, en las más altas torres fosforescentes. Me duermo y me despierto es que hay tanta vida afuera y tanta muerte adentro. Como si algo me llamara salgo a la terraza a fumar otro cigarro y encontrar algo, pero solo encuentro el silencio vacío y una silueta colgada de la chiva de Ho Chi Minh.

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